Teachtokers: ¿buena práctica docente o todo por un «me gusta»?


Desde hace un par de años que circula el término inglés teachtokers (un juego con tiktokers) para referirse a docentes que se filman a sí mismos y también a sus estudiantes para sus propias redes. El término fue acuñado en 2022 por el docente P. Duchement, experto en delitos en redes sociales perpetrados por y contra menores, en un artículo titulado «¿Qué es un #teachtoker?».

Luego el término apareció en 2023 en un artículo publicado en La Vanguardia, que luego se replicó en la televisión española (RTVE): ««Teachtokers», cuando el profesor es quien expone al alumno en las redes».

Pero ¿es teachtokers un término nuevo para algo que conocíamos: los edutubers? No, definitivamente no. Las y los teachtokers son docentes que no se limitan a enseñar a través de las redes. Lo que proponen no es una clase virtual. Van más allá: revelan la intimidad del espacio aula, compartiendo lo que hacen en ella:

  • Filman a sus estudiantes realizando actividades.
  • Se graban en el aula (tipo selfi), con las voces del alumnado de fondo, que, en algunos casos, se pueden identificar claramente.
  • Filman algún reto con sus estudiantes.

Algunos ejemplos

El video de esta docente se viralizó en TikTok por cómo suele captar la atención de sus estudiantes con un jingle publicitario.

Este video muestra cómo estudiantes menores de edad realizan una actividad Montessori llamada juego del silencio.

Una docente enseña sobre ESI a través de una canción.

Estos son solo tres ejemplos, entre tantísimos otros.

Los riesgos

El fenómeno de los teachtokers no es una práctica preocupante en sí, necesariamente; se debe analizar cada caso en particular. Lo que es necesario saber es que hay razones muy valederas para que genere preocupación.

  • Expone en redes a personas menores de edad, con los riesgos que eso implica (huella digital no deseada, grooming, sharenting).
  • Las personas a cargo de las y los estudiantes no han dado su autorización para dicha publicación.

A pesar de estos riesgos, este fenómeno sigue creciendo. Por un lado, tiene un costado positivo: es una forma fácil y rápida de compartir buenas prácticas y experiencias educativas con otros docentes. Por otro, no tiene limitaciones: es facilísimo compartir videos en redes y no interviene para nada la burocracia escolar. Cada docente publica su material de forma individual y sin filtro.

Para pensar

Así las cosas, ¿qué aspecto pesa más? ¿La solidaridad docente y el deseo de compartir buenas prácticas o el vale todo por un «me gusta»?

Es fundamental que ejerzamos nuestra ciudadanía digital responsablemente. Cuando hay infancias y adolescencias de por medio, la prioridad es protegerlas. Son las personas adultas quienes tenemos esa responsabilidad. Más aún las y los docentes.

Entiéndaseme bien, no hablo de censurar esta práctica porque sí. Se trata de que conozcamos los riesgos de publicar en redes sociales y respetar los derechos de quienes están bajo el cuidado adulto. No da lo mismo publicar o no. No da lo mismo pedir autorización a las familias y tutores para publicar un video de sus hijos o menores a cargo que no hacerlo. ¿Somos conscientes de que una vez publicado un video puede resultar muy difícil eliminarlo o evitar que otras personas lo utilicen con malos fines, que no podemos imaginar? ¿Sabemos que ese video genera una huella digital que puede afectar, en el futuro, la reputación digital de esos estudiantes?

No podemos seguir presionando el botón de publicar sin antes habernos planteado los alcances y riesgos de cada publicación. Necesitamos construir una buena ciudadanía digital en las redes sociales.

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